Hace tiempo que no dedico algunos minutos a escribir aquí. Hace tiempo que ocupo las horas en temas del común, en temas de agua, en cómo hacemos para ser respetuosas con el medio y en caminar hacia esa anelada coproducción de política pública. Y cómo hacemos para sostener esto que empezamos hace tiempo, cuyo lema inspirador dice "Se escribe agua, se lee democracia". A veces, me pregunto si todo el esfuerzo merece la pena y acabo diciéndome que sí, aunque sé con bastante exactitud lo que va a acabar sucediendo. Y habrá valido la pena por esos pequeños pasos que están sirviendo ya para facilitarle la vida a unas cuantas personas, esas que son más vulnerables, en esta sociedad tan desigual. Y habrá valido la pena por todos los aprendizajes y por todas las bellas personas que se conocen en este mundo del activismo voluntario, personas a las que mueve un alto sentido de la justicia y de mejorar este mundo , aunque solo sea un poquito.
Y pienso y repienso. Me hago mayor, esta vida es finita y eso me entristece y lidiar con la conciendia de finitud es algo extraño. Ser o no ser. Y por otro lado sigo dándome cuenta de tanto privilegio en el que vivo y me digo que no tengo derecho a no agradecer, que no tengo derecho a sentarme y no hacer nada por cambiar eso que hace que tantas personas queden en los márgenes.
Este viernes pasado, otro 8 de marzo, volvimos a salir a las calles porque emerge una ola de retroceso y mucha gente joven se deja arrastrar por esos pensares neocon tan peligrosos para las libertades conseguidas con tanto empeño y sacrificio, Cuando no se conoce la historia se está condenado a repetirla. Y mucha gente joven se cree que la libertad ha estado ahí siempre. Y no. La libertad, aunque en estas latitudes es donde más libertades hemos conocido, nunca ha existido en su máxima exponencia.
¿Cómo se puede ser libre sin una economía que permita tener una vivienda y un trabajo pagado dignamente? ¿Cómo se puede ser libre si estamos encorsetados por las normas del Estado y por las reglas del mercado y de los amos del capital, que cada vez son menos y detentan más poder?
La libertad es una entelequia. Y sin embargo valoro esas parcelitas que hemos ido conquistando y que las y los privilegiados del munco podemos ir degustando. ¿Hasta cuándo?, me pregunto. Y entiendo esas crisis de ansiedad que acusan tantas personas cuando se es consciente de la propia vulnerabilidad frente a la enfermedad, la decrepitud, la crisis medioambiental, las incertidumbres...
Y me debato entre la alegría y la tristeza. Gozo el privilegio de un buen concierto de jazz, de una apetitosa comida con unas amistades estupendas, de la posibilidad de trabajar en grupo por crear algo hermoso. Y me entristezco y me doy cuenta de lo negro que lo tienen todas esas personas que han nacido en la cara mala, que decía la canción. Y me cabrea darme cuenta que la cara mala es porque alguien ha provocado que sea la cara mala, expoliándola para el goce de la cara buena. Y así todo. Y me doy cuenta que andamos en manos de unos cuantos psicópatas a los que todo les da lo mismo, que exprimen su posición de poder, sabiendo que también ellos son finitos y les importa una mierda el sufrimiento de los Nadie. Y ahí andan esos nadie poniéndome una bola en la garganta cada vez que veo el periódico o pongo la tele, aunque salgan poco y nadie nos explique porqué unos han de morir en la guerra mientras los que mandan siguen en orgías vergonzantes exprimiendo todo el jugo de la vida. Y pienso en Gaza, y en tantas otras guerras de las que ni oímos...
Y me doy cuenta de lo complejo que es todo, porque entre los Nadie también hay rangos, unos Nadie lo son más que otros... Y así es. Y así vamos pasando por el tiempo y los relojes no paran, aunque a muchos les corten la vida de cuajo
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Y vuelvo a preguntarme si sirve para algo todo lo que hago. Y vuelvo a responderme que sí, porque si no, qué sentido tiene vivir? qué nos diferenciaría de esa especie de nearthentales que ejercen el poder, sin entrañas?