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23 de agosto de 2013

Países pobres que son ricos y el proceso de globalización.

Hace unos meses sucedió un incendio en una fábrica téxtil de Bangladesh que salió en todos los medios de comunicación. Las condiciones de trabajo eran inhumanas, dignas de equiparación a las etapas del incipiente desarrollo industrial en nuestros países. Y por desgracia son moneda corriente y abundante.
Yo solía comprar muchas camisetas, pijamas y otras prendas en la cadena Lidl, porque voy a esa y me gusta. Me consta que casi todas las prendas que se venden por aquí, en Carrefour, Eroski, El Corte Inglés, H&M, por citar a algunos, la fabricación se hace en países tercermundistas. Ahora ya no las compro. Ahora miro la etiqueta, aunque me cuesta dilucidar el origen ya que la letra es minúscula y la información muchas veces es engañosa y trata de ocultarnos la verdad, y es que esa prenda ha sido confeccionada con mano de obra semiesclava . Y no me sirve que las grandes cadenas se escuden en torticeros embustes cuando nos dicen que ellos no utilizan mano de obra infantil, como si eso les impidiera explotar a los adultos con extenuadoras jornadas de trabajo por unos miserables céntimos de euro la hora, aprovechando la ausencia de una legislación que respalde unos mínimos derechos laborales acorde a la dignidad que una vida se merece. Y es que la globalización nos está trayendo mucha desgracia a las clases trabajadoras, de los países "ricos" y de los países "pobres". Y pongo los dos adjetivos entrecomillados porque los primeros dejarán pronto de serlo, y los segundos nunca fueron pobres.
Como bien dice mi querido profesor Vicenç Navarro, Bangladesh aparece como el segundo país más pobre del planeta, por detrás de Haití, y sin embargo es un país con muchos recursos. Como en gran parte de los países subdesarrollados, la cosa es cómo se da la distribución de la renta: una élite que se queda con casi todo, mientras la población sobrevive en condiciones lamentables.
Y observo que la globalización es un proceso que va encaminándose a que todos los países nos acerquemos a eso. Nuestros dirigentes no son conscientes del peligro que eso conlleva para todos, para los ricos también. ¡Cuánto más polarizadas están las sociedades más peligros e inestabilidad! La buena vida sólo es realmente buena si podemos relajarnos y ser sin tanto miedo y eso sólo es posible si las personas pueden comer, vestir, tener una vivienda que les permita sentir seguridad...y para ello la renta ha de estar repartida.
Y a lo que iba, casi toda nuestra ropa está hecha fuera. El textil se deslocalizó en su momento, porque nosotros, obreros sindicados y con una tradición de lucha que nos permitió una sociedad algo menos injusta , con derechos, les salíamos caros a los fabricantes. Los indios, los vietnamitas, los mejicanos trabajaban igual por mucho menos. No contentos del todo con los pingües beneficios, el capital que invierte donde más gana, sin pagar impuestos en la mayor parte de ocasiones, ahora presiona a nuestros dirigentes para que nos sigan apretando. Primero se llevaron la producción dejándonos en el paro, y ahora pretenden igualar nuestras condiciones de trabajo a la de los chinos y demás porque, nos mienten , es la única salida para ser competitivos y salir de esta crisis, que han fomentado ellos y que les viene de maravilla, porque sólo miran el corto plazo.

¡Qué cara más dura! Y yo no creo que todos los que forman la élite sean psicópatas, lo que pasa es que están ciegos y son muy infelices: siempre necesitan más sin saber muy bien para qué. El único modo de salir de esta "crisis" es potenciar la demanda interna y redistribuir la renta de forma que llegue a más personas.
Menos mal que yo de jovencita leía las tiras de Mafalda y me quedé con aquello de que "la felicidad es un plato de patatas fritas" y de vez en cuando, muy de vez en cuando, me regalo con uno acompañado de un huevo de granja ecológica, frito con aceite de oliva virgen extra, de una cooperativa, lo que me hace muy feliz y me permite recordar que en lo sencillo está lo mejor de esta vida y que todos tenemos derecho a la vida buena.

Una de las cosas que está en nuestra mano como consumidores es tener conciencia y comprar productos que no lleven sufrimiento inherente a su proceso de fabricación. Y para ello hemos de conocer, ser solidarios y coherentes. Tal vez nos sea difícil dado lo acostumbrados que estamos a movernos por inercia y en el no querer ver, y dado que nuestros ingresos cada vez son menores.
Estoy segura que las pequeñas acciones si son muchas pueden lograr un cambio .

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