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26 de marzo de 2018

¿Libertad y Democracia?

El título de esta entrada tiene un motivo: da espacio a dos palabras que hieren hoy en Cataluña, donde nací, donde vivo y donde empiezo a no ser libre. El instituto de secundaria en el que doy clases tiene colgada hace unos meses una pancarta negra en la que pone "Democràcia & llibertat " en mayúsculas amarillas. Eso molesta a algunas personas que han denunciado por ello al centro. Yo me pregunto qué tipo de mente es capaz de denunciar una pancarta que pide algo tan acorde con los derechos humanos. ¿Quién en su sano juicio puede ver algo sucio en esas dos palabras? Si no están cuerdas, cualquier cosa es posible. Y si lo están es que no son demócratas y la libertad no les gusta más que cuando las cosas salen ajustadas a sus creencias de lo que una sociedad debe ser.
Todo esto parece salirse de madre y es que lo que estamos viendo estos días en este lugar conocido como España. El Estado de Derecho en el que se supone vivíamos está en plena crisis, desde el momento en que la judicatura ejerce funciones que no le corresponden inmiscuyéndose en asuntos estrictamente políticos. Pero la cosa viene de antes. Y parece que no todas vemos con el mismo prisma.

Cuando un gobierno tiene abiertos unos cuantos casos por corrupción, cuando los miembros de su partido hacen las trapacerías que hacen estos , y cuando encima tienen el descaro de acusar al resto de sus propios pecados, el mundo se vuelve del revés y la necesidad de desobediencia civil es insoslayable. Es que si la ciudadanía no reacciona, pacíficamente, cada vez iremos a peor. En las Dictaduras ya se sabe, pero en lo que se viene llamando Democracias, la cosa debería ser distinta. Vivimos en un Estado totalitario disfrazado de Democracia, pero se le ve el plumero a esta monarquía bananera en que nos toca sobrevivir. Aún pareciera que nos dejan hablar. Sin embargo ya ni eso. Titiriteros y raperos en prisión. Que sí, que algunos tienen la lengua un pelín maleducada, pero es que el hartazgo supera también los límites frente a tanta indecendia y falta de escrúpulos por parte de una clase dirigente que nunca tuvo vergüenza pero hasta hace poco disimulaba. Y hablar y cantar no es matar ni pretenderlo.

Está llegando un punto que los de arriba no pueden tolerar el peligro que supone ver temblar los cimientos de esas estructuras que los sitúan en la cima. Los de abajo se mueven. Sus poltronas y privilegios peligran. Porque ahora esto va más allá de banderas. Se pone en tela de juicio un modelo de democracia, y unas reglas de juego que ya no satisfacen a una gran parte de la gente. Pudo empezar por tema de banderas, pero ya la cosa es más profunda, mucho más , por eso la transversalidad del movimiento, en el que estamos quienes reconocemos la lucha de clases, mal que a algunos les suene a términos "demodés".

Todo empezó por negar la posibilidad de un referéndum pactado en el que el pueblo de Cataluña pudiese decidir sobre cómo gestionarse. Todo viene de negar el derecho de autodeterminación de un pueblo. Referéndum que con bastante probabilidad hace un tiempo hubiese salido negativo. Pero se ha gestionado tan mal la pluralidad nacional desde el nacionalismo español que ya hay mucha más gente queriendo salirse de ahí, porque se siente ahogada.

Hay que reconocer que en Cataluña no todos sentimos lo mismo y que la población está dividida, pero yo creo que eso también pasa allá por las Españas. Aquí hay una mezcla extraña entre movimientos identitarios y voluntades de cambiar las reglas del juego para construir un lugar más justo. Y por allá quizás también hay quién entiende nuestras ganas de cambio y que la cosa no va contra los pueblos sino contra las clases dirigentes, las de aquí y las de allá. Tal vez nos hemos creído que nuestra derecha, la catalana , al ser más moderna, saber idiomas y tener más "savoir faire" es menos agresiva. Sé perfectamente que ambas derechas, la casposa española y la políglota catalana, han pactado cada vez que ha sido necesario y no tendrían reparo en seguir haciéndolo. Sin embargo yo creo que ahora aquí luchamos por algo más que una bandera y muchos en el resto del Estado se están dando cuenta, o tal vez no, y yo vivo en un espejismo en que ya no me aclaro.

Frente a tamaño lío, me aferro a una verdad que a mí me parece que puede ser un salvavidas. Es el derecho humano a la autodeterminación. Está por encima de todo lo demás, de la historia, de los sentimientos y de todo. Votar . Decidir. Aceptar lo que salga, sea lo que sea y cesar las guerras entre buenas y malas. Cada cual tiene su visión, su historia y su educación. Respetemos los números y el derecho a decidir. Esta es la única verdad, sin demagogias. Y por supuesto que dejen en libertad a los presos políticos que el Estado español equipara a delincuentes cuando entre sus filas no les faltan razones para bajar la cabeza para que no veamos sus narices de Pinocho, que crecen día a día, sin escarmiento ninguno, en esta Europa del capital, a la que ya los Derechos Humanos le importan una mierda mientras los países paguen las imposibles deudas a los dueños del cotarro.




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