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2 de octubre de 2013

Hanna Arendt II y cómo los humanos tropezamos veinte veces en la misma piedra.

A través de twitter he leído un artículo sobre Arendt de Antonio Crespo Massieu, que recomiendo  a quienes interese la filosofía y la capacidad de análisis de la naturaleza de lo humano en busca de la verdad,  y que me sugiere abordar un tema que hace bastante tiempo me preocupa, sin querer ser agorera ni señora "malas esperanzas" como a veces me llama mi hija, algunas con razón. Ella aún está en esa edad en que los peligros no se ven, esa edad a la que todos deberíamos permitirnos volver de vez en cuando, para conectar con nuestra inocencia y alegría innatas, pero este es otro tema.
A lo que iba este artículo de Crespo muestra un momento histórico, y a través de las vivencias de  Hannah Arendt , vemos lo que supone el exilio por razones ideológicas, ese que vives por obligación no solamente por cuestiones económicas, que ya es algo gordo, sino porque si no te vas te hacen desaparecer porque tienes ideas distintas a quienes gobiernan.  Vemos también lo que supone darte cuenta de cómo se cierne sobre el mundo el obscurantismo, la mentira, la tergiversación de la verdad, porque los que mandan, como casi siempre, no están interesados en la verdad y la justicia. Vemos lo que supone que cuando una persona quiere ir más allá de sus propias verdades e intereses, y pone sobre la mesa el debate  sus propias dudas, el resto de la población incapaz de ese gesto de salir del propio ego, se  tira encima del que osa dudar, desde los dogmas del pensamiento oficial, limitado y fácil.
Arendt tuvo que exiliarse, y como persona lúcida y comprometida que era, veía el peligro de la falta de pluralidad, de la falta de respeto, de la falta de debate, de la ceguera que nos domina como humanos en tantas ocasiones.
Y leyendo a Crespo veo las similitudes de la actualidad con aquellos hechos, con aquellos tiempos, con aquellas personas. Apenas hemos cambiado. Todos queremos tener razón sin pensar que sería muy interesante permitirnos ver desde la óptica del que está a las antípodas de nuestro pensar y sentir. Es este un ejercicio para el que no nos hemos educado y así nos va.
Hace un tiempo que tengo cierta preocupación por cómo veo la evolución, involución sería más correcto, de las libertades en nuestro mundo. Y digo cierta preocupación porque aunque creo que no yerro lo más mínimo,  y me gustaría estar equivocada,  no quiero amargarme la vida, y me digo "¡qué sea lo que Dios quiera! ", aunque no creo en Dios. Me explico: doy las gracias por los medios avanzados de comunicación de los que podemos disfrutar, a la vez que me doy cuenta que pertenecen a empresas privadas, que son dirigidas por intereses que nada tienen que ver con la libertad de opinión y de los seres humanos, y que a  su vez pueden cortarnos el suministro cuando quieran , y lo que ahora nos permite una comunicación global y universal, puede cesar de la noche a la mañana. Y la cosa es que además saben de nosotros todo y más, con lo cual un sistema más represor lo tendría facílisimo para irnos a buscar casa por casa, a los que pensamos algo distinto y distorsionador del pensamiento único.
Algunos pensaréis que qué derrotista, pero a mí no me parece exagerado lo que digo, aunque me repito que "no, eso aquí no pasaría". ¿No? ¿Porqué no? En otros países está pasando. Aquí es cuestión de que pase un poco más de tiempo en que nos quedemos calentando sofá.
De momento nos están robando "legalmente" en sanidad, educación, salarios, pensiones, ayudas a la discapacidad, están modificando el Código Penal, a su conveniencia y en perjuicio de las libertades, y un largo etcétera. Y este es un momento clave, porque cuando no se cubren las necesidades básicas, y eso es lo que está ocurriendo con tanta política neoliberal y restrictiva, no se tiene tiempo ni ganas para filosofías. Han conseguido asustar a la población hasta el punto que ya estamos aceptando sueldos de miseria, y contratos por horas. Así que el límite a sus correrías lo tenemos que poner nosotros entre todos y no es desde el sofá que vamos a parar tanto despropósito.
Animo a que unamos esfuerzos y nos dejemos de divisiones por matices, y el 13 de Octubre vayamos al Acto del Procés Constituent, a confeccionar entre todos el camino pacífico, si es posible, a un mundo menos injusto. Tal vez soy una utópica. Tal vez... La Historia nos muestra cómo los intentos revolucionarios han sido sangrientos y los resultados no han sido los esperados. Me gustaría una revolución pacífica y contundente, sin líderes obsesivos que desean que todos pensemos igual, una revolución para un mundo más justo donde quepamos todos. ¿Seremos capaces o aún somos australophitecus?






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