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9 de mayo de 2013

Cambios sociales y violencia.

A lo largo de mi vida me ha hecho pensar mucho, y aún me sorprende y me hiere, el hecho de que  un ser humano en plenas facultades mentales puede torturar a otro,  y además gozar en el asunto. El tema de la violencia, evitable, me preocupa y me da miedo, básicamente porque ocurre y seguirá ocurriendo, a nivel individual y también a nivel colectivo.
Mi entorno no es violento en este sentido. No se va torturando a la gente por la calle, aunque sí hay delincuencia, robos, violaciones, de forma puntual y deberíamos estudiar cómo mejorar las fórmulas penitenciarias . Me refiero a que la cárcel no es la mejor opción y aún no sé cómo podríamos transitar hacía fórmulas más idóneas y ver qué se hace con quienes roban, violan, asesinan, etc..., sin dejar de tener en cuenta que los mayores delincuentes están fuera y el sistema les "adora".

Mi entorno sí es violento en múltiples ocasiones, si por violencia entendemos tener que soportar según que imposiciones estatales, o cuando claudicamos con las continuas reformas laborales que van despojándonos de derechos tan duramente conseguidos. O en nuestras comunidades de vecinos cuando no hacemos las cosas bien.  En mi entorno también hay violencia.
Y también ejercemos violencia cuando robamos materias primas a otros países, cuando deslocalizamos las empresas que se van para aprovechar la desregulación laboral en otros países más pobres, cuando compramos ropa en Zara, cuando comemos piñas de Montsanto, cuando maltratamos a los animales,  cuando no podemos manifestar nuestro descontento en las calles sin miedo a los individuos más radicales o a los de las fuerzas del orden...
Es importante darse cuenta que la violencia no siempre la ejercen los otros. Cada uno de nosotros también tiene su parte de responsabilidad.

Y con todo esto, ando por la calle y valoro esta "paz" que tenemos en estos países europeos. Pongo paz entrecomillada , ya sabéis porqué.
Decía que ando y valoro poder pasear por las calles sin miedo. Y valoro poder tomar una taza de buen té, y comerme un plato de verdura con patatas o ir al supermercado y poder comprar la cosa más básica, como papel higiénico . Recuerdo un libro, creo que el título era "Una mujer en Berlín", un diario anónimo, que narraba las peripecias, en el Berlín de finales de la 2ª Guerra Mundial,  en el que la protagonista explicaba su día a día en esa situación de falta de todo, y cómo encontrar unos gramos de café significaba un festival, y cómo lo hacía durar, tal vez reutilizándolo. Me doy cuenta de que todo lo que nos es cotidiano aquí y ahora, se convierte en un lujo en ese tipo de situaciones. y cómo ir a otra parte de la ciudad se convertía en heroicidad, dados los peligros que entraña una guerra.Y me da miedo. 
Todo esto viene a qué veo cómo está el panorama y si bien es cierto que cada vez hay más personas conscientes y amorosas, también lo es que el hombre es egoísta, tiene poca memoria histórica y escasa capacidad empática, y es fácil volver a las andadas destructoras. De hecho estamos en un momento de gran violencia por cómo se está permitiendo y fomentando la depauperación de una gran parte de la sociedad a base mentiras, de los dirigentes políticos y de gran parte de los media,  mala gestión del presupuesto público  y una falsa democracia donde los tres poderes  no son  independientes y en la que la forma de recuento la hace bastante poco representativa.

Y me da miedo no sólo esta derechona rancia que tenemos en este país. También  me dan miedo y pena las izquierdas, de las que me considero parte.

 Me asusta la incapacidad de unos y otros de mirar más allá de nuestro ombligo, de nuestras propias ideas que nos parecen lo mejor. De más joven también yo era radical. Puedo entender . Y por eso el miedo, a no saber distinguir y a volver a caer en la barbarie en nombre de unas ideas.

De esta derecha no hace falta que diga nada porque ellos solitos quedan en evidencia y en ridículo con sus mentiras e hipocresía, en casi todo. Estos días mismo es que hasta risa dan con el tema del "lapao" , lengua aragonesa propia del área oriental. Yo casi me quedo con el "lapolla", lengua aragonesa propia de otros lindos lugares de Aragón, vocablo agradecido que saco de una columna muy acertada de la Rahola el 8 de mayo en la Vanguardia. Pero este es otro tema.
De las izquierdas, en plural,  me preocupa que seamos incapaces de unirnos , de hacer autocrítica, de dar ejemplo de lucidez, honestidad y sencillez conceptual. Necesitamos con urgencia formación política y conocimientos de la historia, para aprender y mejorar. Y sobretodo necesitamos conocimientos del alma humana, de sus miedos, su escasa capacidad de gestionar las emociones y su escasa capacidad de empatía.
Me esperanza algo  que vayamos dándonos cuenta de ello .

Cada grupo de la izquierda se alza con un ideal de mundo justo y unos lemas y el que no comparte se convierte automáticamente en el enemigo. Y eso me da terror. Ya en el pasado reciente, en nuestra Guerra Civil vimos lo que esa desunión permitió: la victoria de los sublevados, que aún hoy padecemos.

Por esto pediría a las izquierdas, y a sus individuos, que seamos capaces de ver más allá de nuestra propia verdad. Si queremos un mundo más justo y más humano no podemos matarnos entre nosotros.
Por ejemplo si te gustaría un mundo sin Estados, no pretendas llegar en un momento.  
A mí me encantaría esta utopía, cómo no. Soy un ser humano y me gusta la libertad y soy responsable. Y sé que este sistema capitalista es una mierda, y perdonénme el exabrupto, porque mientras haya paraísos fiscales, gobernantes corruptos, y leyes que favorecen a una parte pequeña de la población, esto no va. Y mientras el sistema educativo fomente la competencia en lugar de la colaboración no vamos bien.
Sin embargo mientras no tengamos un pueblo con otros valores y mientras siga habiendo delincuencia, necesitamos organización y "Estado", que evidentemente ha de velar por el bienestar de todos y ha de poner orden, aunque no sea la situación ideal. Vayamos hacía la utopía dando pasos y aprovechando todas las fuerzas y todas las personas, sin imponer nuestros criterios, mejorándonos como seres humanos. A lo mejor soy una inocente. Pero necesitamos organizarnos.

 ¿Cómo se puede ir diciendo a gritos  que el mejor patrón es el patrón colgado? Seamos serios ni todos los patronos son el demonio ni todos los trabajadores unos santos. Lo que sí se debe exigir es una legislación más justa, y una ética más humana tanto a unos como a otros.  E ir tendiendo al mundo cooperativo, y trabajar mucho la transparencia y la democracia de base. Y eso se hace desde la escuela y desde el ejemplo en cada casa y desde el amor. Y no se hace de hoy para mañana.
Repito: hay que mirar más allá de nuestras narices. Me asustan los exaltados que  pasarían por la piedra a una legión de civiles que no compartan sus inquietudes.

Nos quejamos de las formas de la represión del Estado Capitalista actual y con mil razones. También reprimen en otros modelos, que se llaman comunistas. El Estado suele funcionar así y hemos de  resolver eso. Y también necesitamos liberarnos de nuestra propia represión que no es poca. Y darnos cuenta que a veces en nuestra necesidad de pertenecer al grupo, somos incapaces de mostrar críticas por no desentonar o ser censurado por el propio grupo.
Y en esta línea, pregunto a los más radicales si se han preguntado por la violencia que ejercen ellos contra los otros creyendo que su verdad es la única verdad. ¿A cuántos se cargarían antes de lograr su anhelada utopía social?

En resumen lo que quería decir es que necesitamos una izquierda unida en un frente popular, que no populista, que sea capaz de aglutinar nuestras inquietudes de construir un mundo donde el respeto por la vida sea el motor, por la vida con dignidad, por supuesto. Y para ello hemos de dejar de ser tan quijotes e intransigentes. Aceptemos que la verdad no es una. Y sobretodo no nos matemos entre nosotros. Todos somos necesarios. Unidos podremos ir hacia...Es fundamental dialogar con ganas de ir más allá. Y responsabilizarse de las propias acciones y de la propia vida, con un poco de locura.




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