Desde que descubrí a Julia Navarro con el título Dime quién soy, este es el cuarto libro de ella que cae en mi manos y que celebro estar leyendo estos días.
De los títulos de Navarro que he leído recomiendo encarecidamente Dime quién soy y Dispara, yo ya estoy muerto. El primero narra la Historia a través de la vida de una valerosa mujer desde poco antes de iniciarse nuestra horrible Guerra Civil hasta pasada la segunda y terrible 2ª Guerra Mundial. Una historia que para nada me dejó indiferente y que con el paso del tiempo sigo recordando.
El segundo narra la vida de dos familias a lo largo de varias décadas y nos permite entender desde dentro el conflicto entre palestinos e israelíes. A mi me sirvió muchísimo.
Esta autora es magnífica mostrando el sinsentido de las guerras, y cómo en casi todas los humanos más vulnerables son arrastrados por decisiones que no está al alcance de su mano escoger. Es impresionante darse cuenta de cómo las personas nos hallamos en muchas ocasiones en situaciones de conflicto interior y/o exterior, en las que nuestras acciones nos duelen porque no son las que están en concordancia con nuestro ser más íntimo.
En La Sangre de los inocentes, la autora vuelve a hacer gala de una gran maestría con la pluma y muestra una gran sensibilidad y conocimiento del alma humana. En esta ocasión, otro momento histórico, los años de la caída de los últimos cátaros del castillo de Montségur, conocidos como los "Bons hommes", le sirven para iniciar un relato apasionante, donde de nuevo muestra el alma de hombres y mujeres, y pone encima de la mesa las pasiones, la lucidez , la confusión, el sinsentido de tantos momentos que la vida presenta. Y a través de unos documentos de aquella época se planta en los años de la locura nazi, hasta llegar a la actualidad y mostrar los distintos fanatismos que padecemos en nuestro complejo presente, y que sirven, sin siquiera saberlo, a intereses puramente crematísticos de una élite poderosa a la que lo único que le interesa es manipular los sentires ajenos en su propio beneficio, a costa de lo que sea.
Agradezco a esta autora su capacidad para la narración. Aprendo muchas cosas mientras me lo paso en grande, y a la vez sigo sorprendiéndome de la estupidez humana. Y con todo esto quiero seguir sin responderme a la pregunta de si tenemos arreglo, porque la respuesta me gusta muy poco. Tal vez sólo nos pueda salvar el amor y la literatura. No sé...
En cuanto me acabe este empiezo con El cátaro imperfecto de Víctor Amela, que me espera desde hace unos meses. Ahora se acerca su momento. Ya os contaré.
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